viernes, 3 de enero de 2014
Angustia causada por lenguas mentirosas
EL HABLA sana puede edificar y estimular. Un proverbio inspirado declara: “Los dichos agradables son un panal de miel, dulces al alma y una curación a los huesos.” (Pro. 16:24) La miel tiene buen sabor y provee un rápido refrigerio a la persona que tiene hambre. Igualmente, los dichos agradables pueden ser refrescantes al organismo físico, pues pueden infundir en uno un estado de ánimo feliz.
Cuando la persona está alegre, de buen humor, usualmente está más erguida y se mueve con viveza.
Sin embargo, cuando a algunas personas se les hace objeto de habla calumniosa, esto puede resultar en angustia insoportable para ellas. Esa fue la experiencia del salmista. Él oró para que se le librara de la ruina que podrían causarle las lenguas mentirosas que otros movían contra él. En Salmo 120:1, 2, leemos: “A Jehová clamé en la angustia mía, y procedió a responderme. Oh Jehová, de veras libra mi alma de los labios falsos, de la lengua mañosa.”
Las palabras mentirosas de los calumniadores eran como flechas disparadas por el arco de un guerrero. Como brasas ardientes, estas palabras mentirosas intensificaban el fuego de la contienda y la lucha. Pero, ¿continuaría indefinidamente tal habla hiriente? No, con confianza el salmista esperaba el día de ajuste de cuentas, y dijo: “¿Qué se te dará, y qué se te añadirá, oh lengua mañosa? Flechas aguzadas de un poderoso, juntamente con brasas ardientes de las retamas.” (Sal. 120:3, 4) Puesto que el salmista había hecho su apelación a Jehová, el Altísimo sería quien silenciaría la lengua calumniadora de los inicuos. La lengua calumniadora traería calamidad sobre sí misma. Sería silenciada por las flechas de un guerrero y por el ardiente juicio de Dios que se compara al carbón de leña hecho con la madera de las retamas, que arde con intenso calor.
Mientras tanto, el salmista continuaba sintiendo profundamente la angustia de vivir entre personas aborrecibles, y la comparó a vivir como residente forastero entre los bárbaros de Mesec y los fieros residentes nómadas de las tiendas de Quedar. “¡Ay de mí,” exclama él, “porque he habitado como forastero en Mesec! He residido junto con las tiendas de Quedar.”—Sal. 120:5.
Porque ya había residido demasiado tiempo entre los odiadores de la paz, el salmista anhelaba la tranquilidad. Pero los inicuos simplemente no permitían que él la tuviera. Siempre estaban prestos a buscar riña con él. El salmista pasa a decir: “Por demasiado tiempo ha residido mi alma con los odiadores de la paz. Yo abogo por paz; pero cuando hablo, ellos favorecen guerra.”—Sal. 120:6, 7.
Si nosotros, como el salmista, abogamos por la paz, debemos refrenar nuestra lengua y no causar angustia a otros por habla hiriente o mordaz. El consejo de la Biblia es: “No proceda de la boca de ustedes ningún dicho corrompido, sino todo dicho que sea bueno para la edificación según haya necesidad, para que imparta lo que sea favorable a los oyentes.” (Efe. 4:29)
Mientras tengamos que soportar el habla mentirosa e injuriadora de otros, podemos consolarnos con el hecho de que Jehová Dios, a su debido tiempo, enderezará los asuntos.
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2 comentarios:
es parte de nuestra imperfeccion amiga!!! no hay que dejar que esta devilidad de algunos,nos quiten el gozo y la alegria de nuestro hermoso servicio...besoss..( amiga que hermoso fondo musical...por favor decime donde lo puedo conseguir para bajar y usarlo de manera personal) kary
de verdad que no recuerdo ni como lo hice mi querida hermana, pasa que ya casi no escribo en el blog y he olvidado como hacerlo
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